miércoles, 28 de mayo de 2014

Érase un par de amigos

No fue hasta poco después de separarme de mis progenitores cuando empecé a explorar en condiciones el poblao. Callejeando entre edificios que iban a la carrera por caerse, encontré este bonito patio interior. Resultó estar ocupado por un negro y por una masa de humo tras la que se escondían un hombre de unos trescientos años, su guitarra y su puro. Señor era de pelo pobre. Sobre su calva, se reflejaba el brillo de los piños de Negro, que contrastaban con los de Señor, pues tras numerosos cálculos estimé que tenía menos dientes que cuerdas tenía la guitarra. Pronto entablé amistad con aquellos pintorescos personajes. O eso pensaba. Ninguno de ellos me preguntó qué hacía ahí. Las conversaciones se veian interrumpidas por lo que Señor se atrevió a denominar "mis coplillas". Fue entonces cuando caí en la cuenta de por qué en un sitio tan bonito sólo había dos personas. Negro, por el contrario no mostraba disgusto alguno ante las composiciones de Señor, sonreía mucho, cosa que yo no entendía. Al poco tiempo sacó un mechero y se encendió un poleo menta. A la tercera calada le perdí de vista. Supe que seguía ahí por sus brillantes dientes y por el brillo rojizo que adquirían sus ojos. Mientras tanto, Señor amenazaba con otra coplilla. Tenía la cuerda de su guitarra recién afinada, y no tenía ningún miedo a usarla. Yo por el contrario sí que empezaba a tener miedo, así que decidí huir al encuentro de mis paternos. Fueron unos diez minutos intensos, llenos de psicotrópicos. Salí de allí haciendo eses pero tranquilos, hice dos amigos, uno de ellos camello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No comentes si no es para mejorar el espacio en blanco.