lunes, 19 de mayo de 2014

Érase la vida a otro nivel

La playa es preciosa. No sólo por lo que ves, sino por lo que oyes, pero sobretodo por lo que imaginas:
Pablito, siete años. Complexión raquítica. Bañador fardapaquete rojo de Zara kids. De personalidad dominante, está bien situado socialmente. Es por ello por lo que parece dominar el cotarro costero.
A su lado pero muy por debajo de su estatus social, encontramos a Pedrín.
De personalidad nula, su mayor ambición es asemejarse a su referente, Pablito. Escaso de juguetes, Pedrín establecerá una relación de amor-odio ante Pablito, quien no sólo posee la mayor cantidad de juguetes sino que los tiene reservados para su uso y disfrute personal. Esto le llevará a dejarse avasallar haciéndole los deberes en numerosas ocasiones y mirándole a los ojos solo cuando este no se de cuenta.
Al margen de todo esto, se encuentra Manolín. Manolín es el modelo a seguir. Tras sus gafas de culo de vaso y sus mofletes infinitos, se esconde un chico de gran corazón, de grandes huesos. Acumula cero notitas en su agenda, y ha sido galardonado recientemente con La Pegatina de la Estrellita, premio al mérito estudiantil, un logro utópico para sus dos compañeros, quienes van a la carrera por llegar a la nota más baja posible.
La conversación que tuvieron los tres amigos trató un tema candente, de rigurosa actualidad que afectaba a todos los presentes. Pablito, tras numerosas tardes de relación con Susi,  había puesto punto y final a su relación. Pese a estar herido por dentro, alardeaba de sus logros, pues se había introducido en su casa y en su cuarto, donde se había acercado un poco más a la mentalidad femenina. La conversación acabó antes de lo que yo esperaba:
"-Total, que le dije: Mira, si no tienes el Pokemon Esmeralda para la Game Boy no puedo seguir contigo.-sentenció Pablito en un tono firme y contundente ante la cara de asombro de sus compañeros.
-¿LA DEJASTE ALLÍ MISMO? -Pedrín ya sabía la respuesta pero hubo de ruborizarse en busca del favor de Pablito, quien ponía cara de empacho a medida que miraba su calipo. -¿A qué sabe ese calipo de limón?
-Si tío, y después de merendar Oreo con doble crema en su casa.- Reafirmó Pablito, sacando su pecho inexistente que con la forma de sus costillas se asemejaba más a un revistero que a otra cosa.
-Venga, vámonos a hacer los deberes de cono que la seño va a pasar a verlos. -Propuso Manolito en busca de una mejora en las calificaciones de sus amigos, pues era bien sabido que sus notas en cono habían sido pésimas.
-Sí, vámonos que yo ya llevo dos notitas en la agenda.-concluyó Pablito en un canto a la responsabilidad, atemorizado por el inminente arresto domiciliario de consola al que se enfrentaría si aparecía de nuevo con una notita en la agenda.
Los tres amigos subieron por la escalera que les había llevado a la playa. Pedrín devoraba con los ojos el calipo de Pablito, quien se resistió a dárselo. De naturaleza de cabrón, Pablito se deshizo del calipo antes que dárselo a probar a su amigo, quien se sintió tan frustrado como cuando se le quedó sin batería la nintendo con sus perritos a medio lavar. Los dos amigos se separaron para irse cada uno a su casa cuando repararon en que Manolín no había subido las escaleras todavía. Ambos se asustaron, y corrieron hacia la escalera, donde le encontraron sentado con la barriga hacia arriba y las gafas empañadas del esfuerzo. Había sido una mañana de playa muy tranquila.

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