lunes, 1 de septiembre de 2014

Érase un Feliz Cumpleaños

Pues sí chavales. Hoy cumplo 38 años. Treinta y ocho y días, no sabéis cuántos pero días.
Nací hace cincuenta y cuatro años. -¡Viejo! diréis algunos, y pocos tendréis razón. Pues no viejo por lo cumplido sino por la emoción con la que he vivido:

"Nací en el seno de una familia valenciana humilde, pero feliz. Con dos años empezaron mis problemas con el alcohol, pero el chupete no me dejó caer y hoy soy alguien gracias a él. Mi vida académica finalizó demasiado pronto, pero me curtió en lo que a la vida se refiere. Salí de aquel colegio con numerosos conocimientos. Ya no había cerradura que se me resistiera. Pronto empecé a ganarme el respeto de mis allegados como un híbrido entre un delincuente cabrón y un pobre honrado.
Con el paso de los años me interesé por la velocidad y acabé en el mundo del karting, un mundo en el que no sólo triunfé sino que me enseñó mucho, tanto que me planteé a encaminar mi vida en esa dirección. Pero una piedra toledana de pelo rizado y nariz de trampolín se interpuso entre mi destino y yo. Se hacía llamar Carmela, y tras esas gafas de pasta se escondía una mujer que tenía que ser mía. Total, que cortejo y altar.
Con el anillo en el dedo, tocaba encaminar mi vida la laboral. La delincuencia no era una opción polticamente correcta pero sí recurrente en varias ocasiones. Analicé fríamente el mercado laboral, y tras no demasiados fracasos di con el negocio de oro. En un mundo en el que lo único que es seguro es que la gente se muere, un trabajo que viva de los muertos es un seguro de vida.
Tras haber viajado por el mundo, haber conocido el amor y haber disfrutado de la vida, tocaba poner los pies en el suelo para dejar huella. Necesitaba un heredero, alguien a quien brindarle mis infinitos conocimientos. Y varios colchones de látex después, llegó. No sé ni cuánto medía ni cuánto pesaba, esas cosas las llevaba Carmela. Pero se llamaba Arantxa. Durante sus primeros siete años se configuró como la esperanza de la familia. Era una mujer caprichosa a la que se le habían de satisfacer las necesidades. Numerosas mascotas murieron capricho de sus deseos de encerrarlas. 
En casa había un trastero. No era muy grande pero cabía una cuna de paja. Asi que decidimos darle uso. Antes que una biblioteca o un gimnasio, y a petición de la joven Arantxa, fuimos en busca de una hermanita. Fue un gran golpe para toda la familia descubrir que no venía otra mujer, sino un chico. En ese momento tendríamos que haber entenido las señales de la madre naturaleza, pero las ignoramos. No desistimos en el deseo de darle un uso a aquel cuarto. Así que poco después de comprar la cuna llegó él.
Cuando me lo dieron, mi primer pensamiento fue el divorcio. El fregadero se rompía muy a menudo y el "pequeño" Vicente tenía una piel muy similar a Abd-hel-Yhamnsir,  nuestro fontanero de confianza. Lo segundo que pensé es qué cené hace nueve meses. Nunca entendí cómo un niño tan gordo habia salido de mi huevera. Era un cruce entre un gitano y su propia cabra. Con tantas emociones casi se nos pasa el periodo para registrar al chiquillo. No hubo tiempo para hacer un sondeo familiar con los nombres más populares y tuve que elegir entre el código de barras que me ofrecía la mujer del registro o hacer doblete y llamarle Vicente.
Recuerdo que en el pueblo tuvimos grandes percances. Bueno, él solo. Vicente y su grupo sanguíneo fueron bien conocido en cada una de las casas del pueblo. Pues no sólo se subía a cualquier bici que no llevara dueño, sino que se caía siempre. Desde aquí quisiera pedir perdón por todas las bicis destrozadas al poco tiempo de ser robadas. Y también dar las gracias a "Talleres Pedal", un negocio que gracias a mi hijo, ya tiene sucursal en California Beach. Por suerte para él, me vi reflejado en su sed de velocidad. Así que el día menos pensado, me lo llevé una tarde a los karts a ver qué tal. Nueve años duró aquella aventura. El chiquillo ha salido volando un par de veces y le falta la punta de un par de dedos pero ya no babea cuando come. Los médicos dijeron que no era por sus accidentes, que le darían una paguita."
Tíos, el tiempo pasa muy rápido. A estos cabrones les pagas los estudios y enseguida se van de casa. Ya no tengo más retos que conseguir. He tocado techo como hombre. Y aquí estoy, en mi masia del campo cortando fuet. Boli en mano, copita de Möet y folio en blanco.