El tiempo corre, vuela, va deprisa. Las historias ocurren delante de ti aquí y ahora. Nuestra prisa nos ciega, nos las quita. Es una pena que los relojes nos roben cada hora. Cada historia que publico es algo que he visto. Completamente real, completamente sincero. Día a día escribiendo con un objetivo: Convertirte en un viajero leyendo lo descrito.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Érase un par de amigos
lunes, 19 de mayo de 2014
Érase la vida a otro nivel
La playa es preciosa. No sólo por lo que ves, sino por lo que oyes, pero sobretodo por lo que imaginas:
Pablito, siete años. Complexión raquítica. Bañador fardapaquete rojo de Zara kids. De personalidad dominante, está bien situado socialmente. Es por ello por lo que parece dominar el cotarro costero.
A su lado pero muy por debajo de su estatus social, encontramos a Pedrín.
De personalidad nula, su mayor ambición es asemejarse a su referente, Pablito. Escaso de juguetes, Pedrín establecerá una relación de amor-odio ante Pablito, quien no sólo posee la mayor cantidad de juguetes sino que los tiene reservados para su uso y disfrute personal. Esto le llevará a dejarse avasallar haciéndole los deberes en numerosas ocasiones y mirándole a los ojos solo cuando este no se de cuenta.
Al margen de todo esto, se encuentra Manolín. Manolín es el modelo a seguir. Tras sus gafas de culo de vaso y sus mofletes infinitos, se esconde un chico de gran corazón, de grandes huesos. Acumula cero notitas en su agenda, y ha sido galardonado recientemente con La Pegatina de la Estrellita, premio al mérito estudiantil, un logro utópico para sus dos compañeros, quienes van a la carrera por llegar a la nota más baja posible.
La conversación que tuvieron los tres amigos trató un tema candente, de rigurosa actualidad que afectaba a todos los presentes. Pablito, tras numerosas tardes de relación con Susi, había puesto punto y final a su relación. Pese a estar herido por dentro, alardeaba de sus logros, pues se había introducido en su casa y en su cuarto, donde se había acercado un poco más a la mentalidad femenina. La conversación acabó antes de lo que yo esperaba:
"-Total, que le dije: Mira, si no tienes el Pokemon Esmeralda para la Game Boy no puedo seguir contigo.-sentenció Pablito en un tono firme y contundente ante la cara de asombro de sus compañeros.
-¿LA DEJASTE ALLÍ MISMO? -Pedrín ya sabía la respuesta pero hubo de ruborizarse en busca del favor de Pablito, quien ponía cara de empacho a medida que miraba su calipo. -¿A qué sabe ese calipo de limón?
-Si tío, y después de merendar Oreo con doble crema en su casa.- Reafirmó Pablito, sacando su pecho inexistente que con la forma de sus costillas se asemejaba más a un revistero que a otra cosa.
-Venga, vámonos a hacer los deberes de cono que la seño va a pasar a verlos. -Propuso Manolito en busca de una mejora en las calificaciones de sus amigos, pues era bien sabido que sus notas en cono habían sido pésimas.
-Sí, vámonos que yo ya llevo dos notitas en la agenda.-concluyó Pablito en un canto a la responsabilidad, atemorizado por el inminente arresto domiciliario de consola al que se enfrentaría si aparecía de nuevo con una notita en la agenda.
Los tres amigos subieron por la escalera que les había llevado a la playa. Pedrín devoraba con los ojos el calipo de Pablito, quien se resistió a dárselo. De naturaleza de cabrón, Pablito se deshizo del calipo antes que dárselo a probar a su amigo, quien se sintió tan frustrado como cuando se le quedó sin batería la nintendo con sus perritos a medio lavar. Los dos amigos se separaron para irse cada uno a su casa cuando repararon en que Manolín no había subido las escaleras todavía. Ambos se asustaron, y corrieron hacia la escalera, donde le encontraron sentado con la barriga hacia arriba y las gafas empañadas del esfuerzo. Había sido una mañana de playa muy tranquila.
domingo, 18 de mayo de 2014
Érase un trozo de tela vaquera.
Y ahí estaba yo, pasando las hojas de mi libro a medida que pasaba el tiempo, hasta que un niño irrumpió en el parque:
Calzaba un tres de pie. Pantalones a juego, cómo no, con su chupa vaquera. Todo cosido a partir del mismo trozo de tela de aproximadamente, medio decímetro cuadrado. Niño no levantaba más de cincuenta centímetros de suelo, pero bajo sus pies, bajo su mirada se abría un mundo de posibilidades a cada paso que daba.
Hablaba un idioma extraño, carente de vocales y de sentido. Un idioma que como sus zapatillas, como el mundo, le venía grande.
El niño tenía un extraño fetiche por comprobar la dureza del suelo. Experimento tras experimento, caía al suelo, confirmando una vez tras otra que efectivamente, caerse duele de cojones. Afortunadamente su pelo escarolado ejercía una función amortiguadora en favor de su existencia, que se reducía a caerse y a escupir a medida que desarrollaba su idioma. Pese a su dominio del parque, pronto un enemigo de su talla amenazó el control que tenía sobre la zona. Sí amigos, las hormigas habían irrumpido en su jurisdicción. Niño cayó al suelo estupefacto, sorprendido, atemorizado.. Pronunció unas extrañas palabras que su madre interpretó como el fin de la tarde del parque y huyó impunememte. Desde hoy, Niño es mi referente en el día a día. Espero verle pronto, tengo mucho que examinar de su pequeño ser.